Por: Claudia Rojo, directora de la Escuela de Ingeniería en Construcción de la Universidad Mayor; y Felipe Ossio académico de la Escuela de Construcción Civil de la Universidad Católica.
Los proyectos de construcción tienen un alto impacto medioambiental, y en particular la generación de Residuos de Construcción y Demolición (RCD) representa un grave problema tanto para Chile como para el mundo. De hecho, 35% de los residuos sólidos que se generan a nivel mundial son atribuibles a nuestra industria. En Chile, éstos corresponden a 7,1 millones de toneladas, 35% de los residuos sólidos que se generan anualmente en país.
Si bien en Chile hemos avanzado en la gestión medioambientalmente racional de los RCD a través de iniciativas, tanto públicas como privadas, como son la elaboración de la norma NCh3562: Gestión de residuos – Residuos de construcción y demolición (RCD) – Clasificación y directrices para el plan de gestión (2019), la Hoja de ruta RCD Economía Circular en construcción 2035 (2020), el Plan de Gestión de RCD homologado para todas las obras MOP (2021) o el Reglamento sanitario, en evaluación, para el manejo de residuos de la construcción y demolición (2021) nuestros esfuerzos se han concentrado en los RCD sólidos. Prueba de lo anterior es el mismo Reglamento sanitario, para el manejo de residuos de la construcción y demolición, actualmente en evaluación, que se excluye de su definición de RCD los residuos de carácter líquido que por sus características y en cumplimiento de la legislación vigente pueden ser descargados al alcantarillado o a cursos o masas de agua.
Quizás por el impacto visual de los RCD sólidos, a modo de ejemplo, solo por concepto de proyectos habitacionales, se genera el equivalente a 1,4 cerros Santa Lucía de RCD sólidos anualmente, tendemos a olvidar otro tipo de residuos, pese a que según la NCh3562 los RCD “…provienen del desarrollo de proyectos nuevos, de la rehabilitación, reparación y reacondicionamiento de obras existentes, de los procesos de preparación de terrenos y de la demolición de obras que han perdido su valor de uso…” y en consecuencia pueden ser sólidos, líquidos y/o gaseosos.
Los residuos líquidos o aguas residuales surgen del consumo de agua en las diferentes actividades que, en este caso, se registran al interior de un proyecto de construcción. Con el fin de realizar un manejo y una eliminación adecuada de estas aguas, es necesario identificar el origen de cada una de ellas. Sin embargo, este proceso de identificación no siempre es fácil, dadas las múltiples actividades que, en obra, requieren del uso de este recurso. A modo de ejemplo, se mencionan algunas faenas o actividades que consumen agua: demolición, instalación de faenas (duchas y lavamanos), compactación, curado del hormigón, limpieza de equipos, materiales, prueba de sistemas de impermeabilización (terrazas, jardineras, etc.), entre muchos otros.
Al observar las diversas fuentes de aguas residuales en este contexto, también es factible identificar que según el origen las cargas contaminantes de cada una de ellas varían, pudiendo encontrar agua que es desechada sin tener carga de contaminante, como ocurre en las pruebas de los artefactos sanitarios, hasta aguas residuales con una carga de contaminantes significativa como la obtenida después de cada limpieza de la bomba de hormigonado.
Actualmente, el cambio climático y sobre todo la crisis hídrica que enfrenta nuestro país, hace imperioso comenzar a evaluar distintas formas de gestionar en forma eficiente el recurso hídrico en una obra de construcción. Parece una tarea bastante difícil si tenemos en cuenta lo diverso de algunas de las actividades antes señaladas, no obstante, hoy más que nunca es tarea de todos los actores tomar acciones concretas para generar un cambio de paradigma, tal como lo señala el Banco Mundial en su informe de 2020, donde se busca ver el agua residual como un recurso y no como un residuo (Agua Residual: De Residuo a Recurso).
Para ello, existen estrategias en el marco de la economía circular, como son la producción más limpia y la innovación tecnología que buscan mejorar la forma en que los procesos internos son llevados a cabo, disminuyendo la generación de residuos. En esta línea ya hay empresas constructoras que han comenzado a avanzar y han creado innovaciones de manera tal de recolectar las aguas residuales, tratarlas y nuevamente ponerlas a recircular, las cuales podrías apoyarse en estrategias públicas ya establecidas como son las certificaciones de sustentabilidad de edificios.
Pero también, se hace necesario avanzar en el desarrollo de un marco técnico con indicadores y definiciones claves, que permitan sustentar una actualización del marco normativo, de manera de permitir el intercambio de subproductos con otras empresas e instituciones, generando otro tipo de modelos de negocios que impliquen una compenetración entre los distintos actores y logremos obtener simbiosis entre las diferentes industrias.