Sergio Contreras, Presidente Comisión de asuntos internacionales del Colegio de Ingenieros de Chile.
En el mundo actual, el ejercicio de cualquier trabajo tiene una interacción de gran alcance internacional, dado que existe una apertura e incorporación de tecnología al servicio de los individuos en todo el mundo. Esto ha sido un aporte fundamental al fenómeno conocido como globalización.
Este fenómeno implica en sí mismo la movilidad de los profesionales ya que posibilita su actuación en diversos ámbitos sin restricciones de ubicuidad en el espacio, vale decir que el lugar de trabajo no queda determinado por su lugar geográfico porque las posibilidades de comunicación están determinadas por las condiciones tecnológicas, y las de movilidad física por los medios de transporte.
Un aspecto en este sentido es la necesidad de tener una marco legal y normativo común y adecuado que pueda apoyar ese ejercicio globalizado, sin restricciones arbitrarias o que estén atadas a prácticas monopólicas o parancelarias, las cuales ocultan la verdadera decisión de los países de incorporar una práctica transparente, basada solamente en el rigor técnico y la debida eficiencia de los individuos que ejercen su trabajo, sin estar oscurecido por proteccionismos inútiles.
Todas las bases conceptuales para lograr esos objetivos no están fundadas solamente en un ejercicio práctico, son parte también de la formación académica, pues esta es la que en definitiva modela y por lo tanto, establece el pensamiento fundamental, que es la base de las acciones de los individuos.
De esta manera, la capacidad formativa de las instituciones de educación superior es el aporte más importante que han de recibir los ingenieros y técnicos del futuro y también los profesionales y gestores del pensamiento y de las políticas públicas, en el entorno conceptual y jurídico, que establecerá la mentalidad que va a prevalecer en la movilidad profesional. Esto para llevar a cabo el intercambio que posibilite una globalización efectivamente amplia.
Una vez establecidos los fundamentos con claridad y certeza, la movilidad, entendida como el ejercicio profesional libre en los distintos entornos, aparece no solamente posible sino adecuada y necesaria. Este hecho no debe ser evaluado de manera negativa, como una especie de competencia desleal, sino más bien como la posibilidad de instancias colaborativas entre los países y sus sociedades, regidas por las respectivas idiosincrasias y ordenamiento jurídico sin perjuicio de las políticas puntuales definidas por sus gobiernos.
En este contexto, la tarea más importante de los órganos intermedios de la sociedad como los colegios profesionales, las asociaciones gremiales y los institutos técnicos es colaborar de manera efectiva en la creación de los conceptos y normativas que permitan un desarrollo efectivo con el fin de que el intercambio se haga realidad en un terreno fértil y, sobretodo, que sea realista.
Considerar en una sola unidad todas las variables sociales, económicas y políticas es casi imposible; pero sí podemos avanzar en un intercambio técnico real como hoy ya nuestra realidad lo ha evidenciado.
Hoy, el mundo ha sufrido una evolución de una trascendencia inédita. Históricamente en la revolución industrial, la transformación de la física a través de las teorías de Einstein, el dramatismo de las guerras mundiales, la carrera del espacio y el desarrollo de los computadores y la informática nadie imaginó, de manera cabal, el impacto de un virus en toda la superficie del mundo. Este hecho modificó de manera intrínseca nuestras relaciones humanas, el sentido de la vida y, en especial, la modificación de la manera de trabajar que ha tenido profundas implicancias sociales, económicas y laborales.
Debido a lo anterior, hoy, los procesos de trabajo conjunto a distancia se han consolidado de manera definitiva y, a través de plataformas y aplicaciones electrónicas, podemos llevar a cabo, de manera consistente, muchos procesos que antes no eran posible sino de manera presencial, ahora pueden ser desarrollados a distancia en unión con personas separadas por miles de kilómetros.
Es cierto que todavía muchos de estos procesos necesitan realizase de manera presencial, pero ellos se pueden integrar de manera sólida con el trabajo a distancia.
En la dirección considerada, la internalización de la ingeniería chilena es un hecho relevante, y quizás podríamos decir que es absolutamente necesaria. Nuestro país tiene un aporte de conocimiento y dedicación en una cantidad de áreas del conocimiento que son altamente valiosas en cualquier país. El haber aquilatado la experiencia en los fenómenos sísmicos, en astronomía, en la explotación minera, en la celulosa, en la producción frutícola, en la generación de energía y otras, hace que los ingenieros chilenos tengamos un campo de ejercicio profesional amplio a lo largo y ancho del mundo.